Gallego de nación, militar y diputado a Cortes por la provincia de Orense, Urbano Feijóo llega a administrar en la Isla cinco ingenios, tres cafetales y varias haciendas gracias a los poderes que le confiere la familia de su cuñada, los Lapaza de Martiatu.
Advirtiendo que, con la prohibición de la trata, la entrada de brazos africanos comienza a escasear, consigue apoyos políticos y administrativos para fundar una Compañía Patriótico-Mercantil cuya finalidad es contratar gallegos pobres y trasladarlos a Cuba como colonos.
Entre marzo y agosto de 1854 concierta con la empresa Abellá, Braña y Cía. de Ferrol, varios fletes completos de buques emigratorios con matriculas de A Coruña y Vigo.
En seis meses transporta a La Habana ocho expediciones de “colonos gallegos”, un total de 1744 trabajadores que la empresa deposita en inmundos barracones a los que denomina “centros de aclimatación”. Feyjóo, al igual que el ilustre doctor Tomás Romay, defiende el principio de que “un gallego ha de hacer el mismo trabajo que dos negros y al precio que cuesta un esclavo”.
“La patriótica empresa de ayuda a Cuba y salvación de Galicia” de Urbano Feijóo funciona como sigue: Una vez en La Habana y tras un corto periodo de aclimatación una parte de los gallegos es traspasada a hacendados que compran sus contratos y los esclavizan en ingenios de azúcar, obligándoles a vivir en las mismas condiciones que las negradas de sus plantaciones. La otra parte es cedida al Gobierno Colonial que los ocupa, junto a esclavos incorregibles y convictos, en la construcción del camino de hierro.
A los dos meses de la llegada de la primera expedición han fallecido más de trescientos hombres. Los gallegos, a sabiendas de que las condiciones de vida que sufren no son las que especificaba el contrato que habían firmado, se rebelan y son duramente castigados. Los pocos que logran huir, deambulan por los caminos, enfermos y hambrientos, mendigando comida por lo que son arrestados, encarcelados o encerrados en depósitos de cimarrones.
Gracias a las numerosas cartas que ellos mismos dictan a escribientes y envían a Galicia, sus familias tienen noticia de lo que está sucediendo y, con ayuda de la prensa, reclaman justicia.
Cuando finalmente el proyecto de Feyjóo se revela de esclavitud encubierta, tanto en Cuba como en España se alzan voces de protesta que llegan hasta las Cortes. Ante el escandaloso fracaso de su iniciativa el promotor desaparece de la Isla dejando su empresa en manos de administradores. Regresa a Madrid donde sigue ocupando su silla de Diputado.
Tras encendidas discusiones y no pocos rifirrafes políticos las Cortes zanjan la cuestión: la empresa se liquida, el promotor se libra, y los 1744 inmigrantes no tienen derecho a reclamación. Además se acuerda librar a los trabajadores de las obligaciones contratadas con la Empresa de Feijóo y darles la libertad de regresar a Galicia o de quedarse en Cuba.
En 1898, Urbano Feyjóo fallece en su casa de Viana do Bolo (Orense), tras haber sido diputado dos veces más: en 1872 por Verín (Orense) y en 1881 por Matanzas (Cuba).