“Entre los días 3 y 6 de enero de aquel año 2002 recopilé para mis archivos la enorme repercusión mediática que tuvo el fallecimiento de Ada:
El mismo viernes cuatro, ya la mayoría de los medios de comunicación de Argentina y las principales agencias de prensa internacionales habían participado
la defunción de El Alma del Tango. Pero algo que ni de lejos esperaba y que contribuyó a reconciliarme con el mundo periodístico, tuvo lugar ese fin de
semana: la televisión, la radio y prácticamente todos los diarios, revistas y dominicales incorporaban extensas notas biográficas calificando a La Falcón,
por sus interpretaciones dramáticas, su dicción transparente y la elegancia de su voz impostada, como una artista legendaria entre las tres primeras cancionistas
históricas de Argentina.
Añadían que La Emperatriz del Tango aportó un estilo propio al 2x4 con un modo de cantar amable, primoroso, fusionando en sus personalísimas creaciones lo tanguero y las reminiscencias españolas de su etapa de tonadillera con el criollo más genuino. Y que, aunque en su vida privada se vio abocada a transitar caminos que no siempre le fueron propicios, 96 años después de su nacimiento en Buenos Aires, se despedía legando a la historia de la música argentina un repertorio discográfico titánico de más de doscientas grabaciones.
En referencia a su religiosidad, la nombraban La Sacerdotisa del Tango e insistían en evocar el enigmático retiro que se infringió a sí misma en plena fama, afirmando que su fortaleza fue proverbial: Renunció a la celebridad, mantuvo su palabra y se alejó para siempre. Su hermosa voz, que Gardel adoraba, había enmudecido de desencanto.
Por fin un reconocimiento veraz, pensé para mis adentros. Puro acto de justicia. Lástima que su protagonista no alcanzase a presenciarlo”.
[El Alma del Tango. Ada Falcón, la diva. Editorial Almuzara, nov. 2025]